20 de febrero: aniversario de la Batalla de Salta

Por Darío Andrés Núñez: Después de la derrota de Huaqui (20 de junio de 1811), el panorama de la Revolución en el norte no podía ser más oscuro.

El 26 de marzo de 1812, Manuel Belgrano recibió el mando del ejército de manos de Pueyrredón en Yatasto y, rápidamente, se dedicó a levantar su moral y a reorganizarlo.

Celebró en Jujuy el segundo aniversario de la Revolución y se percató de la adhesión de los jujeños a la causa revolucionaria. Mucho más fue su satisfacción cuando estos abandonaron sus hogares y lo acompañaron en su retirada hacia el sur, hecho conocido como el “Éxodo Jujeño”. Reforzó su fe y renació sus esperanzas cuando el pueblo tucumano lo incitó a desobedecer las órdenes del gobierno de proseguir la retirada hasta Córdoba y se ofreció para ayudarle a hacer frente a los españoles. Entonces, cubierto y seguro, decidió esperarlos y los derrotó en la Batalla de Tucumán el 24 de septiembre de 1812.

Inesperadamente derrotado el jefe realista, Pio Tristán, se retiró hacia el norte. Belgrano inició su persecución en enero de 1813. El encuentro de ambas fuerzas se produjo en Salta el 20 de febrero. El ejército realista superaba al patriota con más de cuatro mil hombres. Pero Belgrano, a pesar del número, tenía fe. Como un gran estratega, hizo creer a los españoles que atacaría por el Este pero, aprovechando el dato de un sendero, se le permitió atacarlos por el Norte a través de la quebrada de Chachapoyas, así los sorprendió y derrotó en forma total.

Luego del rotundo triunfo, el espíritu noble y generoso de Belgrano propuso a los españoles condiciones de rendición poco comunes a cambio de la entrega de armas y bagajes, tras previo juramento de que no volvieran a luchar contra las Provincias Unidas. Con estas condiciones, los vencidos quedaron en libertad.  La ceremonia para efectuar lo antes mencionado se realizó el 21 de febrero y, al día siguiente, las tropas españolas evacuaron el lugar. “El juramento de Salta” causó inconvenientes y revuelos en el ejército realista. Sin embargo, los partidarios de una conducta más enérgica criticaron a Belgrano y los vencidos no cumplieron con el juramento. Pero, de igual modo, el célebre patriota obtuvo un importante triunfo y, además, el camino hacia el Perú parecía nuevamente despejado.

La Asamblea General Constituyente concedió a los oficiales y soldados el derecho de usar un distintivo que decía: “La Patria, a los vencedores de Salta”, y regaló a Belgrano un sable con guarnición de oro y cuarenta mil pesos. Él aceptó el primer obsequio, pero el dinero lo donó para la dotación y sostenimiento de cuatro escuelas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Salta.

En definitiva, el triunfo de la Batalla de Salta significó el fracaso del primer plan de convergencia de tropas realistas hacia Buenos Aires que, si hubieran ganado, probablemente, habrían sofocado la revolución y los esfuerzos por la independencia. Al respecto, el historiador Miguel Ángel de Marco señala que “la victoria afirmó en forma definitiva el sentimiento y la presencia revolucionaria en las provincias del noroeste, y abrió las puertas a futuras insurrecciones en el Alto Perú, donde resurgieron las esperanzas de los patriotas que favorecieron la marcha del ejército de Belgrano hacia aquellas regiones”.